Altamira en La Cibeles tomando café
Sinestesia Salvaje. "La habitación de Ventura", entre otras cosas.
Altamira en la Cibeles tomando café. Papá.
Así decía uno de los primeros mensajes de texto que me mandó mi viejo. Por algún motivo lo recuerdo cada tanto: por la cadencia, por el obligado poder de síntesis (no le gustaba teclear en “el telefonito”), por la firma innecesaria, por la necesidad de contarme ese hecho tan intrascendente e importante a la vez, porque me gustar imaginarlo tomando un café o un whisky en una de las mesas de la vereda de ese clásico bar bahiense de la esquina de su casa, viendo a Altamira en otra mesa con algún trotskista local, y pensando “se lo tengo que contar a Nacho”. Y lo traigo a la superficie ahora, una mañana de diez o doce años más tarde, porque al despertarme con Flor le doy play al primer video que me recomienda Youtube (sí, ya sé, no me digan cómo vivo) y escucho una entrevista de María O´donell al periodista especializado en economía de Clarín Ismael Bermúdez que habla del desastre económico de los dos primeros meses de Milei. “Para que uno de Clarín diga que Milei es un desastre, es porque es un desastre en serio”, le digo a Flor, y le pregunto: “¿sabías que este tipo, Ismael Bermúdez, es hermano de Jorge Altamira?”. La pregunta tiene la intención de sorprenderla un poco, pero el sorprendido soy yo con su reacción: no tiene idea de quién es Jorge Altamira. Si hasta unos segundos antes alguien me hubiera preguntado si me parecía que podía haber alguien en la Argentina que no supiera quién era Jorge Altamira, yo hubiera dicho que no, que eso era imposible, que obviamente todo el mundo sabe quién es Jorge Altamira. Pero el mundo es más extraño o más ajeno de lo que creemos: vivimos en burbujas que consideramos universales y que al pincharse nos muestran otra realidad. Entonces le cuento que Altamira es un dirigente histórico dela izquierda trotskista argentina, que durante décadas fue el líder del Partido Obrero, que se presentó muchas veces como candidato a presidente y que yo lo voté en al menos dos de esas veces, que cuando empezaron las PASO y entonces había que sacar más del tres por ciento de los votos para entrar a la primera vuelta Jorge Rial hizo una campaña en redes sociales, titulada “Un milagro para Altamira”, llamando a votarlo, que hace unos años se separó del PO porque no le parecía lo suficientemente de izquierda y se armó otro PO más pequeño: Política Obrera…
En su casa de Lanús Luis Ventura tenía una habitación repleta de sobres de papel madera rotulados con nombres de famosos que contenían información y datos de todo tipo sobre la persona en cuestión. En mi cerebro (como supongo que en el de todas y todos) hay una habitación donde se acumulan información y datos de cientos de personas, famosas y no famosas. Si abro, por ejemplo, el sobre rotulado “Jorge Altamira”, aparecen inmediatamente los siguientes datos que fui recopilando sin proponérmelo a lo largo de los años:
-El verdadero nombre de Jorge Altamira es José Saúl Wermus. Cuando empezó a escribir notas en la prensa de Política Obrera (la agrupación original, antecesora del Partido Obrero) no quería firmar con su verdadero nombre para no ser perseguido por la dictadura de la época y al pensar en un seudónimo estaba mirando un programa del actor Juan Carlos Altavista (Minguito), y se le ocurrió Altamira.
-De chiquito, en la escuela, lo cargaban por su apellido: “¿tomás muchos vermús?”, le preguntaban.
-En el barrio de su infancia había una vecina a la que le decían “la Tamburina” cuando no les quería devolver la pelota a los pibes (en alusión a Tamburini, el candidato de la UCR que se había enfrentado a Perón en el 46).
-Empieza muchas frases con “sucede lo siguiente”.
-Para la elección presidencial de 1989 grabó un spot en el que gritaba con su voz cascada: “¡Y que los curas vayan a laburar!”
-Es “un drogadicto” de los tomates Cherry.
-Un conocido mío que militaba en el Partido Obrero una vez fue al departamento de Altamira y al entrar le dijo: “¿así que esta es la famosa cueva de Altamira?”. Altamira le dijo que era como la vigésima vez que le hacían ese chiste.
“La habitación de Ventura”. Podría ser un ejercicio de taller de escritura: pensá en cualquier persona al azar y ponete a escribir todo lo que te acuerdes de ella. Por supuesto que lo importante no es la persona en cuestión. Altamira, por ejemplo, en este caso, es una mera herramienta: el fin es la memoria, la reinterpretación de los recuerdos y de los hechos; la escritura, en definitiva.
Mi viejo nunca se pasó al wasap. Hasta su muerte, en el 2015, se mantuvo fiel al mensaje de texto. Su estilo, en esa escritura, era conciso y minimalista. En vivo desarrollaba mucho más. Lo de “la habitación de Ventura” le habría gustado (me hubiera preguntado quién carajo es Luis Ventura, eso sí). Una vez le conté la teoría de “los seis grados de separación” y le gustó. Caminábamos por una calle de Chacarita y él, señalando una puerta cualquiera, me preguntó “¿quién vivirá acá?”, “¿cómo será su vida?”. Entonces le dije que entre esa persona y él seguramente no había más de seis grados (o personas) de separación. “Entre cualquier persona del mundo y vos hay seis o menos grados de separación”, le dije. El dijo: “a ver, George Bush… Yo conozco a Juan Pablo Baylac, Baylac conoce a Alfonsín, Alfonsín conoce a Bush padre, Bush padre conoce a Bush hijo… cuatro grados de separación”. (Baylac era un bahiense conocido de mi viejo que había sido diputado por la UCR y lamentable vocero de De la Rúa). Si abro mi sobre titulado “Juan Pablo Baylac” aparecen…. No, mentira.
(Flor no sabe quién es Jorge Altamira pero sabe mover el freno, el embriague y el acelerador y pistear como una campeona, entre muchas otras cosas,).
Soy Ignacio Molina. Escribo y doy talleres literarios, entre otras cosas. Me podés encontrar en Instagram: @ignacio._molina, y en Facebook con mi nombre. Mis últimos libros fueron publicados por Gárbola y @falsotrebol_ed.