El arte de ser feliz
Sinestesia Salvaje es un diario sobre cosas que leo, miro y escucho. Esta semana, entre varias otras: túnel de luz, puntos de inflexión, sueños vívidos, Queen, habitar el presente y un cofre secreto.
LUNES
Al “taller de Morón” una chica trae un cuento basado en una historia muy reciente y conmovedora: la semana pasada su hermana dio a luz a una beba y, por una serie de complicaciones, casi muere luego del parto. Mejor dicho: técnicamente estuvo muerta durante varios segundos. Y en ese lapso (que para ella fue intemporal) charló con su abuela en medio de una gran sensación de placidez. Así lo narra su hermana en el cuento:
En mi corazón quedarán para siempre sus palabras cuando me dijo: “Cuando me llevaban a terapia pensé: B va a ser la madre de los tres. Pensé que me iba, pero estaba tranquila”. Me contó de la pesadilla que vivió, de las corridas, de los gritos de los médicos para salvarla, de su cuerpo temblando, del médico que le hablaba sin parar para que no se vaya. Me dijo que en ese momento vio mucha luz, que la vio a la abuela, que la vio hermosa, que se abrazaron, que le dijo que estaba tranquila, que los nenes quedaban en buenas manos, pero ella le dijo que no era el tiempo todavía, que todavía tenía cosas que aprender, que la beba había llegado para transformarlo todo. Mi hermana le dijo que ahí se sentía muy bien, como en un día de verano cuando cae la tarde, todavía hace calor y el mar está calmo y rosado; y todo es perfecto porque no tenés nada que hacer más que estar ahí. Pero mi abuela le tomó las manos y le dijo “todavía no vieja, volvé con tu familia que te espera, tus hijos te necesitan y tenés un camino por andar”. Dice que en ese momento escuchó los gritos, sintió el frío de la camilla, las luces, los cables en el cuerpo, las vías, la sonda, no entendía ni dónde estaba, ni por qué. Un médico le pidió disculpas por haberle hablado tanto, le dijo que la perdían y se sacó el gorrito de quirófano y se secó la frente con él.
MARTES
Estoy mirando por segunda vez “Los 80”, una hermosa serie chilena que narra la vida de una familia de un barrio de Santiago en la década del ochenta. En la temporada correspondiente a 1984 (filmada, creo, en el 2009) hay una escena épica. Martín tiene diecinueve años y hace unos meses tuvo que abandonar, por las heridas sufridas en un oído durante una pelea callejera, la carrera de aviador en la Fuerza Aérea -estudios que lo convirtieron en un moderado defensor de la dictadura de Pinochet. Ahora se siente inútil y deprimido y acepta una invitación a la fiesta de cumpleaños de una chica a la que conoció mientras cursaba. Martín, con la ilusión de levantársela, le compra un chocolate (un regalo que, recuerdo bien, mis hermanxs mayores también solían hacer en los ochenta bahienses) y con una campera de jean nevada se toma un bus hasta el barrio cuico (cheto) de la chica. Cuando baja y está por llegar, es interceptado por dos carabineros que, por su aspecto no tan cuico, le piden documentos y lo verduguean un poco hasta que él les dice que va al cumpleaños de la hija de un General. Ya en la fiesta, Martín ve que la dueña de casa baila y se besa con otro chico. Y al momento de soplar las velitas el padre de la chica apaga la música y grita “¡a ver, a ver, vengan todos los aviadores!”. Martín se siente discriminado y mientras todos cantan el feliz cumpleaños se escapa de la fiesta sin avisarle a nadie. Se toma el bus de vuelta muy triste pero, en medio del viaje, ve algo por la ventanilla y se apura a levantarse e ir hasta el fondo del coche para tocar el timbre y bajar. Enseguida vemos lo que había visto él: la entrada de un club o un boliche con un cartel que dice “HOY LOS PRISIONEROS EN VIVO”. El ambiente es totalmente opuesto al de la fiesta cuica. Martín entra tímidamente al local mientras tocan Los Prisioneros, la mítica banda new wave que ese año sacó su primer disco. Martín no puede creer lo que está viendo y escuchando, el mundo que está descubriendo, el universo nuevo que se está abriendo frente a él. Saca un cigarrillo y le pide fuego a una chica que baila a su lado; intercambian un par de palabras y se pone a saltar. Eso que le llamó la atención por la ventanilla y el rapto de lucidez que tuvo para bajar del bus conforman un punto de inflexión en su vida. A partir de esa casualidad su rumbo, sus gustos y sus creencias se modifican totalmente. La situación me hace pensar en el destino y en los rumbos de la vida que creemos lógicos pero que en realidad son producto de una serie casi infinita de decisiones y azares que fueron construyendo ese camino. Para que yo esté escribiendo esto ahora y vos estés leyéndolo en algún momento, tuvieron que concatenarse miles de cosas que, imaginadas unos años atrás, se hubieran juzgado improbables o casi imposibles. Y así pasa con todo.
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MIÉRCOLES
Un amigo me cuenta que tuvo un sueño “muy vívido” con una ex novia de hace diez años. En el sueño ella se veía igual que en el 2011, aunque ya estaba casada y con hijos. Se cruzaban en una plaza y ella, después de un saludo frío, empezaba a mostrarse muy cariñosa. La última vez que se vieron discutieron a los gritos y por eso ahora, en el sueño, a mi amigo le resultaba increíble esa dulzura. En un momento ella le agarraba las manos y le decía: “ay, antes no te alcanzaban para agarrármelas” y se las llevaba a las tetas, por encima de la camisa. En el contacto había una dosis de energía sexual y otras de complicidad y ternura. Mi amigo no entendía si lo que ella quería decir era que ahora tenía las tetas más grandes o más chicas o si le parecía que él tenía las manos más grandes o más chicas. Se despedían con besos ruidosos en las mejillas y un largo abrazo y él no se daba cuenta de si la idea era volver a verse o si al menos podría agregarla a Facebook sin problemas o qué, pero se quedaba flotando en una sensación de placidez y bienestar. Cuando su novia actual lo despertó con una caricia un poco torpe para avisarle que se iba a trabajar, él siguió como hechizado, sin querer aceptar que todo había sido un sueño. Como su novia lo saludó muy seria él temió haber hablado en voz alta dormido, y durante algunos minutos tuvo la certeza de que su ex, en su lejana cama matrimonial, había soñado con la misma situación. Más tarde, cuando me llama para preguntarme si yo creo que eso es posible, le digo que por qué no, que busque en Google “sueños vívidos”, que todo puede ser; un poco porque no quiero romper su embelesamiento y otro poco porque no tengo forma de demostrar lo contrario.
JUEVES
Sigo leyendo a Arthur Schopenhauer, el filósofo pesimista que nos vitaliza la existencia invitándonos a habitar el presente sin regodearnos en las falsas quimeras del porvenir. Copio una de las reglas de su El arte de ser feliz:
Todos hemos nacido en Arcadia, es decir que entramos en el mundo con muchas exigencias de felicidad y goce y conservamos la necia esperanza de realizarlas hasta que el destino nos agarra rudamente y nos muestra que nada es nuestro, y que todo es suyo, porque tiene un derecho indisputable no sólo sobre nuestras posesiones y adquisiciones, sino sobre nuestros brazos y piernas, ojos y orejas y hasta sobre nuestra nariz en medio de la cara. Después viene la experiencia y nos enseña que la felicidad y el placer son puras quimeras que se nos muestran a lo lejos como una imagen engañosa, mientras que el sufrimiento y el dolor son reales, se manifiestan inmediatamente por sí mismos sin necesitar la ilusión o la expectación. Si aprendemos de su enseñanza, dejamos de perseguir la felicidad y el placer y sólo procuramos evitar en lo posible el dolor y el sufrimiento. Comprendemos que lo mejor que se puede encontrar en el mundo es un presente indoloro, tranquilo y soportable; si lo conseguimos sabemos apreciarlo y nos cuidamos mucho de estropearlo con un anhelo incesante de alegrías imaginarias o con ansiosas preocupaciones cara a un futuro siempre incierto, que de todos modos está en manos del destino, por mucho que forcejemos.
VIERNES
Miro en la tele la última parte de “Bohemian Rhapsody”, la película que cuenta la historia de Queen y de Freddie Mercury. Nunca me gustó demasiado Queen pero me gustan los documentales o las películas sobre bandas. “Bohemian...” termina con el recital de veinte minutos que dio Queen en el marco del festival Live Aid en el estadio de Wembley en 1985. Parece que fueron tan magníficos esos minutos que catapultaron a la banda a un lugar de éxito y fama mundial inimaginables unos años atrás. Al googlear descubro que muchos consideran a ese recital como el mejor de toda la historia de la música. En la película se dice que Freddie lo dio ya sabiendo que tenía Sida, aunque después leo que se enteró de su enfermedad un par de años más tarde. También encuentro este video espectacular que compara la actuación original con la representación casi exacta de la película.
SÁBADO
Autogoogleándome descubro que una profesora o un profesor dio a leer a sus alumnos mi cuento Samuel Zunz y les hizo algunas preguntas al respecto. Lo que encuentro, en un sitio similar a Rincón del Vago, es la transcripción de esas preguntas que hace un alumno y el pedido de Ayudaaaa para que alguien le pase las respuestas. Después otrx, abajo, escribe Tengo la misma tarea AAAA:(. Me llama la atención la desesperación por conseguir unas respuestas que podrían tratar de resolver por sí mismxs (¿qué harán ante un problema de trigonometría o ante la configuración electrónica de un elemento químico de la tabla periódica entonces?). Después de dudar un rato me registro en el sitio y les escribo: Soy Ignacio, el autor del cuento. Léanlo! A todas las respuestas las van a encontrar leyendo el cuento. Ustedes pueden.
DOMINGO
Leo en el diario que ayer se cumplieron cincuenta años de un partido de básquet del que escuché hablar bastante durante mi infancia: el triunfo de la selección de Bahía Blanca contra la selección de Yugoslavia, que el año anterior había salido campeona del mundo. Ese partido histórico se jugó en la recién inaugurada cancha de Olimpo y ahora, al mirar las imágenes, me gusta pensar que a unas diez cuadras de ahí mis papás eran jóvenes, mi hermana mayor era una beba y a mí me faltaban más de cinco años para nacer. También pienso en cómo mi viejo, ya en sus últimos años, se enojaba cada vez que escuchaba que alguien decía que Manu Ginóbili era el mejor basquetbolista bahiense y argentino de la historia. “Me tienen podrido con eso”, decía, dando a entender que para él el mejor era el Beto Cabrera, el ídolo máximo de aquella época de oro (que trabajaba en un banco, entrenaba tres veces por semana y casi nunca cobró plata por jugar). Pero de lo que más me acuerdo es de una especie de cofre que había en un rincón del living de nuestra casa. Una tarde de aproximadamente 1985, a mis ocho o nueve años, descubrí que la pesada tapa de ese cofre se podía abrir y que adentro había una pila de cuatro o cinco diarios viejos, de entre 1968 y 1971. Uno de esos diarios era el del día siguiente al triunfo de Bahía contra Yugoslavia. Cuando me quedaba solo en la casa o cuando nadie me veía me gustaba abrir ese cofre y hojear esos diarios de cuando todavía me faltaban más de cinco años para nacer; me costaba entender que el mundo hubiera funcionado igual que siempre antes de mi presencia y eso me provocaba una mezcla de curiosidad y fascinación. Nunca le conté a nadie sobre mi descubrimiento de esos diarios que habían permanecido tantos años ahí porque me parecía que si alguien se enteraba iba a tirarlos a la basura para que no juntaran bichos o algo así. Ese cofre a la vista de todos y al mismo tiempo escondido era mi pasaje íntimo y secreto a un mundo anterior y de alguna manera ficticio. En la imagen que ilustra la nota recordatoria de ayer está la tapa que tantas veces toqué en papel con una extraña sensación: El básquetbol vivió una noche de fiesta.
Soy Ignacio Molina. Escribo y doy talleres literarios, entre otras cosas. Podés encontrarme en Instagram: @ignacio._molina, y en Facebook con mi nombre. Mis últimos libros fueron publicados por @falsotrebol_ed.
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La imagen de esta semana es una foto de las vías del tren Sarmiento que a esa altura -equidistante entre las estaciones de Haedo y Ramos Mejía- funcionan como límite entre los partidos de Morón y La Matanza que saqué el sábado a la tarde cuando fui a buscar a mi hijo:
Cuidá tu salud y la de lxs demás, y hasta la semana que viene…