Ayer a la mañana, tras dormir en Olivos, me tomé el 29 hasta mi depto en Belgrano y de ahí un rato después un 59 hasta Independencia y caminé seis cuadras hasta una librería de San Telmo en donde grabé una entrevista sobre mi libro nuevo para el Canal de la Ciudad y como tenía que hacer un trámite por la zona del Parque Lezama caminé unas quince o veinte cuadras y después de comer un sánguche de bondiola y queso en un bar típico caminé dos cuadras para tomar el 129 hasta Once pero tras esperar un buen rato me dijeron que por ahí no pasaba más esa línea y entonces caminé seis o siete cuadras hasta la parada del 64 en Paseo Colón y ese colectivo, en vez de hacer el clásico recorrido de Rivadavia – Pueyrredón para dejarme frente a Miserere, se metió por el interior de la zona comercial de Once y me dejó a unas cinco cuadras de la estación repletísima de gente donde esperé unos quince minutos un tren en el andén 5 hasta que me enteré de que ese era el andén del rápido que no paraba en Ramos Mejía y entonces me fui al andén 3 donde esperé otros veinticinco minutos y al subir al vagón donde no cabía ni una molécula de aire más y unos transpirados hinchas de Boca cantaban dándole aliento a su equipo para el partido de la noche me enteré de que ese tren también era rápido y que no paraba en ninguna estación entre Flores y Morón y entonces me tuve que bajar a los empujones en Morón, salir a la calle, cruzar las vías, esquivar los puestos de venta de chucherías y esperar el tren en sentido inverso y me senté al lado de un tipo con personalidad desdoblada que se hablaba y se respondía cosas y tomé la mala decisión de bajar en Haedo en vez de hacer una más hasta Ramos Mejía y quise comprarme un agua con gas en un kiosco para aliviar la sed que me había dejado la bondiola pero solo había agua saborizada y como ya a esa altura se me había agotado la batería del teléfono y no podía mirar el mapa me fui guiando por la intuición en la caminata de quince o veinte cuadras que hice hasta llegar al centro de jubilados de Villa Sarmiento al que llegué veinte minutos tarde y di taller hasta las ocho y diez de la noche y después caminé las doce o catorce cuadras que me separaban de la estación de Ramos y pese a que corrí los últimos cincuenta metros no llegué a subirme al tren que se estaba yendo y por la voz de los altoparlantes me enteré de que el Sarmiento estaba funcionando con demoras por un accidente fatal en Merlo y en la pizarra eléctrica vi que faltaban veinticinco minutos para que llegara la próxima formación y al final viajé parado hasta Villa Luro y sentado hasta la terminal de Once que estaba mucho menos colmada que unas horas antes y crucé Pueyrredón y me tomé el 118 que me dejó en Luis María Campos y me compré tres empanadas y subí a comerlas a mi depto mientras cargaba el celular y después cargué la mochila con la computadora y otras cosas y volví a bajar y caminé dos cuadras para tomarme el 29 pero la aplicación me indicó que faltaban veintiocho minutos para que pasara por ahí y entonces decidí tomarme el primer 118 que llegara para ir a la estación de Belgrano C para tomarme el Mitre hasta Olivos pero al bajar en las Barrancas me di cuenta por los portones cerrados de que a esa hora el tren no funcionaba más y me puse a esperar el 29 ramal Olivos mientras un tipo en la parada festejaba desaforado el triunfo de Boca por penales y después de estar ahí como veinte minutos le pregunté a un chofer del ramal Parque Sarmiento qué pasaba con el otro ramal y él me dijo que paraba a la vuelta, sobre Echeverría, y caminé hasta Echeverría y esperé unos quince minutos más al lado de un flaco que escupía al suelo cada treinta segundos y le dije “flaco, ¿podés dejar de escupir un poco” y como me miró medio mal y además la aplicación decía que ese 29 no pasaba por ahí caminé unas cinco cuadras hasta la parada de Libertador y Mendoza y esperé muchos minutos más en los que vi cómo una pareja cansada de esperar al bondi tomaba un taxi y yo pensé en hacer lo mismo pero no andaba con mucho efectivo encima y además pensé que no todos los taxis salen a provincia y que si ya había llegado hasta ahí podía esperar los ocho minutos más que me indicaba la aplicación y finalmente vi doblar al 29 Olivos desde Echeverría y dije “por fin” y viajé sentado hasta el edificio de Olivos donde el tipo de seguridad me hizo problemas para ingresar porque no me conocía y cuando pude hacerle comprobar que no era un chorro ni un infiltrado subí y me tiré agotado en el sillón y le narré malhumorado a Flor todo ese periplo y me autocritiqué: me dije en voz alta que al menos tendría que haber aceptado el remís que me había ofrecido la producción del programa del Canal de la Ciudad pero que yo había rechazado y concluí que por no hacerme el rockstar ni el personaje importante y no querer aumentar el gastro improductivo del erario público de la Ciudad todo eso me pasaba.
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