LUNES
Tengo la mala costumbre de no usar billetera. Llevo los billetes y las tarjetas en un bolsillo, y entonces muchas veces, al sacar el celular de ese mismo bolsillo, sale volando alguna tarjeta. Así es como hoy tengo que comprar una SUBE nueva antes de viajar hacia los talleres de Morón. Los kioscos de Cabildo o no la venden o la venden con un sobreprecio espantoso, y debo caminar hasta la estación Congreso del subte para conseguir una al precio oficial. En Pacífico compro otra para Flor (a la que perdí la compartíamos) y después de combinar con la “cercanía” de la estación Palermo del San Martín empiezo el periplo de trenes y colectivos a un precio —como aún no tengo la tarjeta registrada—, mucho más caro que el habitual (y diez veces mayor que el que pagaba hasta noviembre del año pasado).
En el taller de Barrio Gaona hay una novedad: el único hombre del grupo falta porque consiguió laburo de taxista. Más tarde, una mujer que vive en el barrio desde que era chiquita (principios de los cincuenta) genera un conato de discusión: cuenta que una vez vio a su papá muy enojado porque Eva Perón (al decir el nombre hace un gesto de desprecio) se negó a regalarle la máquina de coser porque era español. Entonces otras dos participantes, compañeras de pura cepa, saltan a decir que eso no puede ser, que Evita nunca hubiera hecho algo así… y tengo cambiar de tema para que la cosa no se desmadre.
A veces, como hoy, después del colectivo hasta el centro de Morón tomo la merienda (un tostado y un té) en un Burger King que hay frente a la estación. Es un momento de gran disfrute sentir la dureza del pan símil francés en los dientes mientras miro el ir y venir de las personas que cruzan las vías o el paso de los trenes hacia Once y hacia Moreno.
Otro colectivo, hacia el taller de Castelar. Una de mis alumnas más queridas me regala una botella de vino por el día del profesor. Un amor. Festejamos la primavera con empanadas caseras, pizza en cuadraditos y gaseosa. Leemos y comentamos muchos y muy buenos textos. Vuelvo en el Sarmiento escuchando al hiper cínico y pusilánime vocero presidencial Manuel Adorni decir que no entiende dónde estaría la falta de empatía de los 87 diputados que votaron a favor del no aumento a los jubilados al celebrar el hecho con un asado en la quinta de Olivos. “Bueno, si no lo entiende no se lo puedo explicar de otra manera”, le dice el periodista. En Once paso por abajo del molinete y cruzo Pueyrredón para tomar un 68 hasta Núñez. Al subir al colectivo me tropiezo, el conductor me dice “¡epa!” y yo finjo no haberlo escuchado.
MARTES
Algo importante del fin de semana fue la victoria de Excursionistas. Pero además, entre otras cosas, miré unos capítulos de la serie Envidiosa que me gustaron mucho y que por eso mismo me generaron una leve incomodidad: Flor me había dicho que ni loca vería esa serie y entonces ahora siento que haberla visto solo y con cierto placer puede ser tomado por ella como una especie de traición. Por eso todavía no le comenté nada.
Tengo mucho trabajo en la lectura de originales de un concurso de novela y en la edición de una traducción de casi ochocientas páginas y por eso no encuentro ni un momento para despuntar mi nuevo vicio: cortar varillas en 45 grados con la ingletadora manual y después pegarlas con la ayuda de la prensa de banda para armar marcos de cuadros. Más tarde uno de mis momentos favoritos de la semana: el taller de los martes. Por la web pido un turno para hacerme un nuevo DNI (al anterior lo perdí por no tener billetera y sacar con fuerza el celular).
MIÉRCOLES
Integrantes de un taller de lectura de la ciudad bonaerense de Salto me compraron ocho ejemplares (que tenía en mi biblioteca) de Nueve versiones de Borges. Por eso trato de embalarlos en una caja de zapatos antes de salir. Tomo el 68 muy cargado: llevo seis cuadritos que me compró Inés, la caja con los libros, la mochila y, enseguida, la campera que me saqué. Primero voy a Libertador y Bullrich a iniciar el trámite por el nuevo DNI, después tren hasta Colegiales y caminata hasta la confitería Ritz de Lacroze para dejarle los cuadritos a Inés que toma un tecito y un tostado con su hermana. Inés me compra el ejemplar de Nueve… que llevé por las dudas, para regalárselo a su hermana, y de ahí voy a la sesión con mi psicóloga y después salgo al correo para mandar los libros a Salto y unas escrituras a Bahía Blanca.
Mas tarde taller pero antes más lecturas de novelas (muchas muy buenas y casi ninguna muy mala) y más edición de la novela larga: recién voy por la página cien. Le digo tímidamente a Flor que vi algunos capítulos de Envidiosa y que me gustaron bastante. La abrazo y le doy un beso para que no lo sienta como una traición.
JUEVES
Empieza el viaje de egresados de Fausto a Bariloche. Un colectivo sale hacia Ezeiza desde la puerta del colegio, entre Haedo y El Palomar, a las tres de la mañana. Así que a las doce y pico tomo un 68 en Cabildo, después un 166 en la cancha de Polo y llego al barrio de Fausto casi una hora temprano. Desde su casa un Cabify hasta el colegio con la valija y la mochila. Gran emoción en la despedida. Como según el Google Maps el 166 hacia Palermo va a pasar dentro de cincuenta minutos, decido caminar las quince o veinte cuadras hasta la estación de Haedo para tomar uno de los primeros trenes del día. Cuando lo veo llegar imagino que voy a poder viajar casi dormitando en el andén semi vacío, pero al subir me sorprendo: todos los asientos están ocupados y en los pasillos hay mucha gente parada. Yo imaginaba que se empezarían a llenar al acercarse las seis de la mañana, pero ahora son las 4:18 y está repleto. Al bajar en Once el 90% de los pasajeros esquivamos los molinetes saliendo por una puertita abierta y en el 68 saco el celular, tratando de no hacer volar ninguna tarjeta, y subo esta historia a Instagram:
Más tarde, mientras ingleteo un poco, escucho una fake news impresionante: “17 kirchneristas provocaron los incendios en Córdoba”. Está difundida por Milei y acompañada por imágenes realizadas con IA que hasta un nene de ocho años puede darse cuenta de que son falsas. Cualquier persona con un mínimo criterio analítico puede notar la mentira. Los que la difunden no sólo tienen claro que es falsa sino que todos van a darse cuenta de que es falsa, pero eso, lejos de pensar que los perjudica, los alienta, porque ¿cómo se puede enfrentar o tratar de rebatir algo que es a todas luces falso? Con argumentos racionales seguro que no. Y ese es lo que los libertarios toman como un triunfo, porque para imponer sus posturas ya no precisan el acompañamiento de algún tipo de realidad ni de lógica.
Más tarde tomo un 130 hasta el Renaper para recibir mi nuevo DNI y hago esfuerzos para no guardármelo en el bolsillo. Después tomo otra vez un 166 para el taller de Villa Sarmiento, y como llego temprano meriendo unas medialunas con una botellita de agua con gas en la plaza de Ramos Mejía en donde saco esta foto para la colección de fotos de monjas de Flor:
VIERNES
Fausto y sus compañeros están en Bariloche. En el chat de mamás y papás comienza un minuto a minuto pormenorizado de imágenes y videos de las actividades de los chicos. Exactamente treinta años atrás yo hice el mismo viaje: en colectivo en vez de en avión, y sin celulares y sin nada de lo que trae este invento del futuro llamado Internet. Busco esta foto que alguien me sacó en una parada en el viaje de ida (a la campera azul después la perdí en un boliche y, ahora me acuerdo, una amiga se lamentaba diciendo que esa campera era “muy Nacho”):
Sigo trabajando en las lecturas, corto varillas para hacer un marco en doble vidrio para unas acuarelas de mi mamá y en algún momento escribo en Instagram:
La utilización de fakes news para demonizar a colectivos políticos o sociales enemigos no es novedad: desde Goebbels hasta el ejército de trolls macrista la han puesto en práctica. Pero el gobierno de Milei ha ingresado en una nueva etapa: ya no se trata de instalar en la opinión pública hechos falsos pero aunque sea mínimamente probables que puedan despertar sospechas razonables; no, ahora se trata de mentir abierta y burdamente, sin ningún cuidado por la verosimilitud. Y pareciera que cuando más burda y fácil de comprobar es la mentira, más les gusta ejercerla; pareciera que el otro, si además de perjudicado por la mentira no se siente irritado y arrasado por el cinismo y la impunidad de quien la difunde, no fuera lo suficientemente humillado o, como dicen en Twitter, “meado”… Sólo por el triunfo parcial de esta maquinaria de cinismo supremo puede entenderse la pasividad del pueblo argentino ante el empobrecimiento material, humano y cultural al que nos está condenando este gobierno.
A la noche vamos a un cumple de cuarenta de una excompañera de Flor. Como una pizza, tomo tres Camparis con naranja, hablo poco, no bailo nada, en el medio de la reunión salgo a dar unas vueltas manzana, escucho que unos muchachos hablan de Pablo Echarri y uno dice “ese es un kirchnerista de mierda” y al volver al recinto de la fiesta juego con Flor a que estamos en una primera cita y una amiga suya que viene a despedirse porque tiene hijos chiquitos nos dice “parece como si estuvieran en una primera cita”.
SÁBADO
Voy en tren a comprar vidrios de 2 mm cortados a medida para el marco. Un amigo que no la está pasando bien me escribe por wasap para reclamarme que le pase un determinado poema de mi autoría que ya me pidió hace una semana. Después me cuenta que está laburando con criptos. Es riesgoso, me dice, hay que estudiar mucho para que te vaya bien.
Más tarde juega Excursionistas en Cañuelas. Fausto mira el partido en la habitación del hotel frente al Nahuel Huapi con sus amigos que festejan junto a él los dos goles y la victoria. Esta noche cierro el boliche, me escribe él después, eufórico por el triunfo. Con Flor pasó algo extraño: me había visto putear ante el empate transitorio de Cañuelas, e incluso ella misma había hecho un gesto de fastidio ante ese gol, pero veinte minutos después, cuando levantó la vista de lo que estaba escribiendo en la computadora y vio que el partido iba 1 a 1, me dijo: “uy, no registré el empate de Cañuelas”. Entonces no supimos si yo había imaginado su gesto de fastidio, si ella verdaderamente no había escuchado mis puteadas fuertes estando a un metro y medio de mí, o si o todo eso se le había borrado de la memoria instantáneamente.
En algún momento de la semana hablamos un poco de Envidiosa pero ella sigue sin verla y yo, a pesar de que me deja solo para irse al cumpleaños de otra amiga, no la seguí viendo y me puse a editar esta nueva y bastante larga entrega del Sinestesia Salvaje que, como lo tengo tan abandonado, no sé si alguien leerá.
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Y yo también
Yo te leo!