Escribo esto acá para intentar sacármelo de encima. A las doce menos cinco de anoche, cuando con mi amigo nos levantábamos de la mesa de la vereda de la Kentucky de Lacroze y Cabildo después de casi tres horas de charla, cerveza, empanadas y risas, escuchamos un estruendo en la esquina y vimos cómo volaban una moto y la persona que iba manejándola. Nos acercamos y la mujer de la florería me dijo, consternada: “¡el auto blanco se fue, el auto blanco se escapó!”. Mi amigo, que había visto la escena de frente, dijo que la moto estaba detenida ante el semáforo en rojo, y que el auto, que venía desde el norte a una velocidad tremenda, como si el semáforo estuviera en verde, lo atropelló y siguió a la misma velocidad. “Venía distraído con el teléfono”, supuso. El cuerpo del muchacho de la moto yacía inmóvil, boca abajo, casi en el medio del cruce, y un policía llegaba a pararse a su lado cortando el tránsito. Ya no se podía hacer nada. A pesar de los autos y colectivos que seguían pasando por los otros carriles, durante unos segundos sentí un silencio atronador. Como si el mundo se hubiera detenido, como si el sonido de todas las cosas se hubiera apagado. Y en ese silencio de muerte una sensación extrañísima: ese cuerpo, que hasta segundos atrás estaba vivo a varias cuadras de ahí, ahora era un cadáver. Pensé en la familia, en lo que estarían haciendo en ese momento, todavía ajenos a la tragedia. Me pregunté cuándo y cómo recibirían la noticia...
Con mi amigo caminamos hasta Luis María Campos diciéndonos que tal vez el motoquero solo estaba desvanecido, tratando de convencernos de algo imposible. Nos despedimos, caminé hasta mi edificio con muchísimas ganas de hacer pis, subí apurado a mi departamento, me descargué a medias (el líquido no fluía y seguía sufriendo su presión en la vejiga), esperé un rato más hasta que pude descargarla por completo, me lavé fuerte las manos y la cara y volví a bajar. Tenía que volver a lo de Flor, pero en vez de tomarme el 59 en la esquina volví a caminar hacia Cabildo y Lacroze. El aire de la noche tenía algo extraño. En esa esquina ya no estaban ni el cuerpo ni la moto ni el policía. Ninguna de las personas que pasaba podía imaginar que una media hora antes en ese mismo lugar había pasado lo que pasó. Le saqué una foto a la esquina vacía.... En este momento, en algún lugar de Buenos Aires, hay un velorio inexplicable. Y en otro lugar alguien está fingiendo hacer su vida cotidiana mientras algo sin nombre lo carcome por dentro.
Uff qué tremendo. Creo que hay cámaras ahí. Ojalá encuentren al auto blanco.