¡Hola! Soy Gimena, la asistente personal de Ignacio (o mejor dicho la alumna-amiga que le propuso hacer de asistente en esta situación especial). Nacho está bien, no se preocupen. Está bien pero un poco bajoneado por el triunfo y el gobierno de, como dice él, “la ultraderecha fascista ultraliberal”. Y por eso no sube nada acá a Sinestesia desde hace casi dos meses. Lo charlé con él y él me dijo que lo habló también en terapia: dice que acá escribía sobre observaciones de la vida cotidiana, sobre libros que leía, cosas que veía y le llamaban la atención, cosas graves y cosas muy livianas. Y que ahora todo eso le parece banal, superficial. Me dijo algo así como: “no me sale fingir demencia y ponerme a escribir sobre la forma de hablar de alguien que me sacó conversación en una sala de espera cuando estos degenerados están vendiendo el país, cuando miles y miles de personas van a perder el laburo y otras miles y miles van a ver afectadas sus condiciones de vida, cuando todas y todos vamos a perder derechos a costa de los privilegios de los ricos y los poderosos que nos quieren aplastar”. Así habla él a veces, cuando se pone apocalíptico. Y me dijo que ese no es el tono que tiene Sinestesia, que no quiere que este espacio “tan precioso” se convierta en una cuenta de Twitter o de Facebook cualquiera. “Trato de escribir algo en Sinestesia pero no me sale nada”, dijo en terapia y me dijo a mí. Por eso le pedí si me dejaba hacer este comunicado. No sé si le pareció una gran idea pero me dijo que sí.
Antes yo le había dicho que sí tenía cosas para escribir acá. Por ejemplo el miércoles pasado me contó que se tomó dos colectivos para ir a hacer un trámite con una oftalmóloga de Ioma que salió mal (el trámite), que el segundo colectivo estaba lleno y viajó parado del lado donde pegaba muy fuerte el sol y se persiguió con que tenía mucho olor a transpiración. Cuando bajó en Devoto compró un desodorante y mientras se lo ponía en la calle se acordó de dos cosas: de un compañero de la secundaria que una vez le dijo: “lo peor es cuando uno mezcla olor a chivo y desodorante; eso es directamente vomitivo”, y de una tarde que estaba en la casa de un amiguito y vio a la hermana mayor levantarse la remera para ponerse un desodorante a bolilla en las axilas. “Creo que ese fue mi primera aproximación al erotismo”, me dijo. “¡Ahí tenés algo para escribir en Sinestesia!”, le dije pero no lo convencí. Después del trámite se tomó un colectivo hasta Liniers y después un tren hasta Morón, donde en un supermercado le quisieron vender una Levité de litro a 1600 pesos y al final la consiguió a 1100 en el kiosco de al lado y fue a una reunión de trabajo en la dirección de Cultura y después se tomó el Sarmiento hasta Once, un 118 hasta su casa y al rato un 59 a la casa de Núñez donde se está mudando Flor. “¡Ahí tenés más cosas para escribir en Sinestesia!”, lo alenté, “eso de tomarte muchos bondis y trenes te encanta”, le dije pero tampoco lo convencí.
Otras cosas que me contó Ignacio en estos días que también podrían ir en Sinestesia. Después del anuncio del DNU de Milei escuchó que un vecino caceroleaba en el edificio de enfrente. Entonces él también caceroleó un rato en la ventana y pensó que si en Belgrano ese barrio “de gorilas” estaba pasando eso entonces en Colegiales se debía estar armando algo. Entonces se vistió y fue a tomarse el 42 con una cuchara sopera en la riñonera. El bondi pasó por la esquina vacía de Lacroze y Cabildo, pero su fe siguió intacta hasta que diez o doce cuadras más allá, en Lacroze y Alvarez Thomas, vio que se habían juntado unas ochenta personas en dos ochavas y se sumó a ellas. Enseguida se dio cuenta de que la cuchara contra los postes hacía un ruido imperceptible. Esas ochenta personas enseguida se convirtieron en ciento cincuenta y más tarde en trescientas o cuatrocientas que cortaron Lacroze metiendo cantitos y quilombo. Dos cosas que podrían haber ido a un Sinestesia: él estaba con un rompevientos de Excursio y otro flaco que caceroleaba se le acercó para decirle: “bueno, por lo menos este año salimos campeones, ¡vamos los Verdes!”. Nacho dice que nunca lo vio en la cancha pero que el flaco parecía sincero. Otra cosa para Sinestesia: en un momento, ya con la avenida cortada, aparecieron al lado suyo el actor Esteban Lamothe y el escritor Fabián Casas y se saludaron con un abrazo y Lamothe le dijo a Casas: “a diez días de asumir le pasa esto… este tipo no llega a los seis meses”. Casas venía de un recital de El mató a un policía motorizado en el Konex; Ignacio supo eso porque en una historia de Instagram de una amiga que fue a ese recital lo vio con la misma gorra y la misma camperita al fondo de la foto. Le pregunté por qué no había saludado a Casas si se conocían (Una vez me contó que hace muchos años un amigo le había contado que le había mostrado a Casas un ejemplar de Los estantes vacíos y que mirando la foto de la solapa Casas dijo “pero este chico es hermoso, ¿para qué escribe?” y que después ese mismo amigo los presentó y Casas le firmó un ejemplar de un libro suyo con la siguiente dedicatoria “con cariño, para el chico hermoso”) y me dijo que no quería arriesgarse a que no lo reconociera y pasar un momento incómodo. “Todo eso, con la anécdota del chico hermoso, tiene que ir a Sinestesia de cajón”, le dije, pero tampoco lo convencí.
En fin, no sé si mi idea original era escribir todas estas cosas. Yo solamente quería contarles que el autor de Sinestesia Salvaje está más o menos bien y decirles que pueden conseguir su libro Nueve versiones de Borges con precio especial hasta el 31 de diciembre en este link:
NUEVE VERSIONES DE BORGES, de Ignacio Molina, oferta especial a precio pre-devaluación: $4600.
Y como si fuera una agente de prensa, quería subir acá un par de las cosas que fueron saliendo sobre el libro y que me parecieron interesantes. Una es esta hermosa entrevista que le hizo Silvina Friera para la sección Cultura & Espectáculos de Página/12 (pueden leer clickeando acá).
Y otra es esta entrevista bastante larga y completa que le hizo Luciano Sáliche para Infobae, que pueden leer clickeando acá.
Copio acá una de las respuestas que me gustó, sobre “la escritura como meditación”, algo que creo que él tendría que ejercitar más (también acá en Sinestesia):
—A mí me encanta escribir, me gusta mucho, incluso plásticamente, y me hace muy bien la cosa artesanal de ir descubriendo los párrafos y las oraciones, ir moldeándolos, ver cómo ahí, donde no había nada, en la hoja en blanco, de pronto aparece algo y un año después por ahí hay un libro. Es muy linda esa sensación. El otro día un amigo que medita todas las mañanas me decía: “Vos tenés que meditar”. Yo trato y trato y no puedo. No puedo poner la mente en blanco, te juro que no puedo; se me pasan palabras por la mente... no puedo. Y después pensé: bueno, mi forma de meditar tal vez es escribir, donde pongo la mente en blanco de otra manera. A veces me preguntan cómo escribí tal cuento y la verdad que no me acuerdo. Es una especie de trance. Después lo puedo reconstruir, pero no sé bien cómo se hace. Cuando escribo algo que no es ficción ahí uno puede pensar más. Pero cuando escribo ficción es como que de pronto algo se genera en tu mente, se pone en blanco o de un color medio extraño que te hace escribir. La meditación como escritura también aplica a la lectura. Es un viaje totalmente diferente al de lo audiovisual. En un punto se puede parecer un poco a la música. Un viaje por fuera del tiempo. Por ahí en el cine, en pantalla grande, hay un poco de eso también. Yo me acuerdo cuando era chico que salía del cine y eran las seis de la tarde pero pensaba que eran las diez de la noche. Con la lectura pasa un montón. Ricardo Romero, por ejemplo, un amigo, un escritor que publica novelas muy largas, escribió Big rip: mil páginas y letra chiquitita. Admiro a alguien que se ponga a escribir eso y que confíe en que va a haber lectores, y que después los hay. Es admirable, porque es ir contra la corriente de lo que de lo que debería hacerse.
Extrañaba las sinestesias. no me había dado cuenta del teimpo que pasó desde la última vez que recibí una y cuando leí lo que escribió Gimena me sorprendí. Gimena: una gran idea (sea fcción o real) en dos sentidos. Primero, en cuanto a lo escrito por ella en esa suerte de AT poco fructífera pero divertida; y segundo, por hacer que ella escriba contando cosas tuyas de una manera que resulta original por ser en tercera persona. Me gustó. Y ahora quedo a la espera de una próxima sinestesia. Saludos y que tengas el mejor comienzo de año posible en esta coyuntura tan terrible.