En diciembre de 1988 Luis Alberto Spinetta tocó en los jardines de Argentina Televisora Color. Yo tenía doce años y desde el verano anterior era fan de Charly García, gracias a unos TDK con canciones de Charly que alguien había llevado a las vacaciones en Sierra de la Ventana; el Luis Alberto solista no me seducía, y aún no le había prestado atención a sus increíbles “bandas eternas”. Por la tele vimos ese recital completo con mi hermana Flo. No sé por qué, recuerdo nítidamente que ella me dijo “¿te gustaría estar ahí”. Yo le respondí que sí, creyendo que se refería a si me gustaría estar ahí entre el público, al borde del lago que se veía frente a los músicos, pero ella me subió al escenario: “¿Tocando el bajo por ejemplo?”, me preguntó. Hasta ese momento yo no sabía muy bien cuál era la diferencia entre un bajo y una guitarra, y por la forma en que ella dijo “tocando el bajo” me pareció que tocar el bajo era algo súper canchero, algo que hacían personas interesantes que no quería llamar demasiado la atención. En ese último pensamiento, supongo, también incluyó darme cuenta de que el bajo casi no se escuchaba, o en todo caso que era un instrumento que no se vanagloriaba de su estridencia sino que estaba ahí apoyando a los demás sin pretender estar en primer plano. Luis Alberto tenía una remera colorida y una guitarra sin clavijero. Esa noche empezó a gustarme su música.
Vera Spinetta, la hija menor de Luis Alberto, también fue fan de Charly García antes de ser fan de su papá. Recuerdo que en un documental contó que alguna vez, en su adolescencia, estaba en la casa de unos amigos cuando empezó a sonar una canción de su papá y que recién entonces ella lo escuchó con atención y empezó a gustarle su música. “Mirá Spinetta eh”, le dijo sonriendo a una de sus amigas.
“Artaud” (el disco de LAS de 1973 firmado como de Pescado Rabioso por temas contractuales pero en realidad totalmente solista) es uno de los mejores discos de la historia de la música. Y es también mi cábala más persistente: desde hace años, antes de recibir a lxs participantes del taller literario, escucho alguna de sus canciones. La que abre el disco es “Todas las hojas son el viento”. La primera vez que escuché ese título fue en una canción de Los Enanitos Verdes que decía: “te acordás del flaco Spinetta / cuando cantaba / todas las hojas son del viento”. Muchos años después, cuando llegué a “Artaud”, supe que la canción era un mensaje a una mujer que estaba por tener un hijo: “Hoy que un hijo hiciste / cambia ya tu mente / cuídalo de drogas / nunca lo reprimas / Dale el áurea misma de tu sexo…”. En un libro de entrevistas de 1988 Spinetta cuenta: “Mi antigua mujer iba a tener un hijo con otra persona. Yo ya había sellado esa relación para siempre pero nos seguíamos viendo y ella me contó que tenía dudas de tener el bebé o no. Finalmente decidió tenerlo. Yo escribí Todas las hojas son del viento, porque en ese momento ella era como una hoja en el viento, al tener que decidir algo semejante...”.
Cristina Bustamante, aquella novia de la adolescencia de Luis Alberto, además de ser la protagonista de “Todas las hojas son del viento” también fue objeto de dos canciones más: “Muchacha ojos de papel” y el “Blues de Cris” (“cansado de gritar por Cris / mi mente está colgada como un árbol…Y si la ves pasar y no habla / es porque sabe que / atado a mi destino / sus ojos al final olvidaré…”). Cristina no vive en el Bajo Belgrano desde 1978 (primero se mudó a Venezuela y después a Estados Unidos), pero siempre, hasta días antes de su muerte, estuvo en comunicación con Luis Alberto. Es profesora de español y tiene dos nietos, hijos de su hija Celeste, tal vez aquella a la que, por consejo de su amigo y antiguo novio, nunca reprimió.
Cada vez que escucho a Spinetta me acuerdo de esto: una vez fui a visitar a un amigo que estaba muy triste por la muerte de su papá y vi que una amiga suya le decía: "dale, salgamos un rato, vamos a caminar por la plaza, tomemos un helado... escuchemos a Spinetta". Un par de años después, a raíz de la muerte de Ricardo Fort, Sol Prieto escribió un posteo en Facebook que iba, de una manera oblicua, en la misma sintonía. Sepan disculpar la digresión (o no tanto; esto es Sinestesia) pero lo copio acá: "Ricardo Fort fue un multimillonario y dilapidador que durante mucho tiempo ocultó sin éxito su orientación sexual bajo un discurso homofóbico y cosificador de las mujeres y por lo tanto casi no tengo nada en común con él. Pero no puedo dejar de pensar que intervino quirúrgicamente, químicamente, y físicamente su cuerpo como nadie en la historia argentina con un objetivo explícito: ser querido por los demás. Como consecuencia de esto, durante los últimos dos años de su vida le dolió el cuerpo todos los días. Yo no quiero hacerme la solemne porque en verdad fue un bizarro, o sea, ¡se puso prótesis en los talones para ser más alto, prótesis por todo el torso para ser más grosso! Lo tengo claro, pero también me parece muy trágico que nadie le haya dicho que todo eso no hacía falta porque lo querían como era. Me hubiese gustado ser su amiga para llevarlo a ver a Spinetta, decirle que lea El guardián entre el centeno, y pasar una tarde en la playa boludeando para que viera que en la playa se pueden hacer otras cosas aparte de mostrar el cuerpo como un objeto de deseo. O sea los que son mis amigos saben que yo no soy una jipi y entiendo que existe el capital estético y que hay un mercado amoroso y todo eso, pero esto me parece que es un extremo horrible que nos habla de lo poco humanas que pueden ser las relaciones entre las personas bajo el capitalismo tardío, perdón perdón perdón soy un emo ya sé."
En abril de 1992, casi dos años y medio después de aquel recital en ATC que vimos por la tele, y ya ambos viviendo en Buenos Aires, Flo me acompañó a ver a Spinetta a un teatro de la calle Corrientes. El Flaco terminó el recital tocando dos veces seguidas su hit de ese momento; cierro los ojos, y como si en vez de 31 años hubieran pasado 31 segundos, puedo ver a la Flaca bailando, en el pasillo del teatro, “Seguir viviendo sin tu amor”.
Soy Ignacio Molina. Escribo y doy talleres literarios, entre otras cosas. Me podés encontrar en Instagram: @ignacio._molina, y en Facebook con mi nombre. Mis últimos libros fueron publicados por @falsotrebol_ed.
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