Un caleidoscopio sin lógica
Sinestesia Salvaje es un diario sobre cosas que leo, miro y escucho. Esta semana, entre varias otras: lengua, nube y algoritmos mentales, bombardeo a Plaza de Mayo, un clan, arqueología y duelo.
LUNES
Me despierto tarareando una canción de Os Paralamas Do Sucesso, la banda brasilera que estuvo de moda en Argentina a principios de los noventa. Calculo que hace unos quince años que no pensaba en esa letra ni en esa melodía. ¿En qué parte del cerebro duermen esos recuerdos que de golpe se despiertan después de tantos años? ¿Están en un disco rígido dentro de la cabeza o se guardan en alguna nube externa desde la que llueven intempestivamente? ¿Y el algoritmo mental cómo funciona? ¿Qué es lo que me llevó a tararear esa canción? ¿Un sonido? ¿Un olor? ¿Una palabra determinada? La canción llega, primero como un rumor lejano y enseguida con total nitidez, y se ramifica despertando otros recuerdos dormidos: el compact con la palabra Paralamas en letras blancas sobre fondo negro dentro de un discman en un viaje en ómnibus a Bahía; mi hermano volviendo de ver a la banda en el Gran Rex y diciendo que desde el pullman se había escuchado a un volumen muy bajo, “como por una radio”; mi hermana Flo bailando “Caleidoscopio” en el living; yo cruzando Cabildo y Juramento después de haberme comprado “Dos margaritas” en Musimundo. También me acuerdo de J, un amigo brasilero que vivía en Buenos Aires y que una noche fue a ver a los Paralamas a Prix Dami y volvió indignado porque habían cantado todas las canciones en español. Lo entiendo: él había querido ir a un encuentro con su lengua, con su patria de alguna manera, y se había encontrado con una puesta en escena artificial. “Perplejo”, el tema que vengo tarareando desde la mañana, es el que dice: no pienso más en el futuro / es todo impredecible, /puedo morir de vergüenza / pero aún estoy vivo / Voy a pelear voy a pelear / yo soy Maguila no soy Tyson... Sé que Maguila es un boxeador brasilero, pero cuando googleo su nombre sólo aparecen noticias sobre Maguila Puccio, uno de los miembros del clan de secuestradores y asesinos sanisidrenses, que fue detenido este verano en Brasil después de muchos años en la clandestinidad.
MARTES
Estoy leyendo el Diario del duelo de Roland Barthes. Un fragmento:
Hay un tiempo en que la muerte es un acontecimiento, una a-ventura, y con ese derecho moviliza, interesa, tiende, activa, tetaniza. Y luego un día, ya no es un acontecimiento sino otra duración, amontonada, insignificante, no narrada, gris, sin recurso: duelo verdadero insusceptible de una dialéctica narrativa.
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MIÉRCOLES
Hoy se cumplen 66 años del bombardeo de los aviones de la Armada y la Fuerza Aérea sobre la Plaza de Mayo. El 16 de junio de 1955, con la intención final de matar al presidente Juan Perón y a miembros de su gobierno para tomar el poder, los aviones salieron de Punta Indio, volaron sobre las inmediaciones de la Casa Rosada y otros puntos de la ciudad, descargando más de cien bombas e innumerables ráfagas de ametralladoras, y huyeron hacia Uruguay. Una de las primeras bombas cayó sobre un trolebus lleno de chicxs y trabjadorxs. También murieron decenas y decenas de paseantes y empleadxs de oficinas y reparticiones públicas que caminaban por la Plaza de Mayo y sus alrededores en el mediodía de ese día hábil, y militantes peronistas que habían ido a defender la Casa Rosada. Los muertos que pudieron ser identificados fueron 308 (a esa cantidad habría que sumarle la de los cuerpos mutilados y destrozados a los que no se les pudo enterrar con nombre y apellido) y hubo más de 700 heridos. Después de un breve exilio en Uruguay, hasta que el golpe de la “Revolución Libertadora” finalmente se concretó tres meses más tarde, los pilotos de los aviones y los ideólogos de la masacre (entre los que había políticos de la UCR y de otros partidos, futuros genocidas de la dictadura del 76 e “intelectuales” como el periodista Mariano Grondona) volvieron al país y fueron recibidos como “héroes de la gesta libertadora” por el nuevo gobierno y la mayoría de los diarios y nunca fueron condenados por sus crímenes. En los medios y en los diarios de hoy la efeméride brilla por su ausencia. Si hubiera sido al revés (si ese asesinato en masa, uno de los más atroces actos de barbarie del siglo XX, hubiera sido cometido por el peronismo) la fecha sería recordada a cada minuto. Hace un rato el algoritmo de Youbue me tiró un video rescatado por la Filmoteca de la TV Pública hace unos años: es un documental producido por la Revolución Libertadora que muestra imágenes de aquella jornada (a la que califica como “un día señalado por la providencia”) y hace malabares discursivos insólitos para transmitir la idea de que la culpable y responsable de esas muertes fue “la ignominiosa tiranía” del peronismo... Sí, en el relato fundante de la grieta que nació en aquellos años y aún subsiste, las víctimas suelen ser los victimarios.
JUEVES
Sigo escuchando a Os Paralamas y llego a una canción que creía no recordar pero que ante los primeros acordes empieza a volver a mí, no sé si desde lo más recóndito del disco rígido de mi cerebro o desde alguna nube externa. Es “El vampiro bajo el sol”, un tema del segundo y último disco en español del grupo: “Dos margaritas”, el que compré en el Musimundo de Cabildo hace unos veintisiete años. También recuerdo que la música es de Fito Páez y que la letra, de Herbert Vianna (el cantante y guitarrista) está inspirada en Charly García pero también en las “Crónicas de vampiros” de Anne Rice. Unos versos: Dejé al miedo, la sombra del dolor / dejé mi nueva piel quemarse bajo el sol / dejé a los que dicen que nada va a cambiar / y algo ya se cambió / acá dentro en mí / Las luces de mi vida mortal / acá dentro en mí / Las luces de un día normal / en mi eternidad...
En el verano del 2001 Herbert y su esposa Lucy tuvieron un accidente mientras volaban en un ultraliviano sobre el mar de Rio de Janeiro. Lucy murió al instante y Herbert quedó parapléjico. Cuando despertó del coma había perdido la memoria y la capacidad de hablar en portugués: sólo decía algunas palabras en inglés. Tiempo después empezó a recuperar de a poco su lengua y la memoria y a poder componer y tocar. Una de las primeras canciones que tocó en vivo en silla de ruedas fue como invitado en un recital de Fito Páez, quien al presentarlo dijo: “Yo digo él no es una persona; es una fuerza de la naturaleza”. Y juntos hicieron esta versión de Track Track, el tema de Fito que años atrás habían versionado los Paralamas.
VIERNES
Vemos por la tele la última parte de “El Clan”, la película de Pablo Trapero protagonizada por Guillermo Francella y basada en el caso de los Puccio, la familia sanisidrense de secuestradores y asesinos de los años ochenta. La película es del 2015, año en que también se estrenó una serie de un nombre casi idéntico (“Historia de un clan”) sobre el mismo caso (ese morbo audiovisual no te lo compro). Maguila, el nombre que pensé el lunes a partir de la canción de los Paralamas, era uno de los hermanos que participaba activamente en los secuestros y, tras permanecer muchos años en la clandestinidad, fue detenido hace unos meses en Brasil. El año pasado murió en la cárcel uno de los miembros de la banda que no pertenecía a la familia: Guillermo Fernández Laborda, un delirante que hasta sus últimos días escribió poemas y consignas dizque revolucionarias en Facebook. Si algún día se hace otra ficción sobre el caso, en la misma debería figurar este detalle curioso del que me enteré hace poco: el defensor oficial al que por sorteo le tocó defender a Fernández Laborda fue el actual presidente Alberto Fernández. Una vez le pregunté a un defensor oficial cómo hacía cuando le tocaba defender a criminales horribles y él me respondió que el espíritu de esas “defensas” no residía en cuestiones éticas sino en cuestiones técnicas: esas “defensas” son, en definitiva, condiciones imprescindibles para que se haga justicia. Es lógico el razonamiento, pero ese estómago de lata tampoco te lo compro.
SÁBADO
Sigo leyendo el Diario del duelo de Barthes. Otro fragmento:
Ahora, por todas partes, en el café, en la calle, veo a cada individuo bajo la especie del que-debe-morir, ineluctablemente, es decir muy exactamente del mortal. Y, con no menor evidencia, los veo como no sabiéndolo.
DOMINGO
Leo en un diario de Bahía que en la reserva natural Sierras Grandes, en la zona de Sierra de la Ventana, se descubrieron unas pinturas rupestres que podrían llegar a tener unos 7000 años de antigüedad. Se encontraron cuevas con motivos de color rojo agrupados como líneas verticales, horizontales, oblicuas, líneas paralelas y perpendiculares. “Lo que encontramos son motivos geométricos que representan la simbología de las sociedades originarias que vivieron tiempos atrás, como una suerte de códigos de comunicación compartidos”, resaltó una investigadora.
Los hallazgos arqueológicos me resultan apasionantes, tanto los urbanos que nos hablan de los usos y costumbres de lxs ciudadanxs de décadas o siglos atrás como los que se encuentran en la eterna e intemporal naturaleza y que, como en este caso, nos hablan de los usos y las costumbres que llevaban hace miles de años los dueños originarios del territorio en que vivimos. A la reserva natural donde se hizo este nuevo hallazgo, y más específicamente a la zona de las Paredes Rosas, hice una excursión cuatro veranos atrás con mi mujer de entonces. Una hermosa mañana caminamos mucho, disfrutamos de la magia de la naturaleza y nos metimos en las piletas naturales del agua fría y cristalina que bajaba desde lo alto de las sierras.
Soy Ignacio Molina. Escribo y doy talleres literarios, entre otras cosas. Me podés encontrar en Instagram: @ignacio._molina, y en Facebook con mi nombre. Mis últimos libros fueron publicados por @falsotrebol_ed.
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La imagen de esta semana es una foto en la que estoy bañándome, muy pensativo, en una pileta natural de la reserva natural Sierras Grandes en el verano del 2017:
Cuidá tu salud y la de lxs demxs, y hasta la semana que viene…