Un amigo me contó
Un amigo me contó que cuando se casó por primera vez no supo por qué lo hacía, que llegó riéndose “a la boda” porque no entendía cómo había llegado hasta ahí, y que disfrutó de que su suegro gastara tanta plata en esa fiesta cuyas cuotas debe haber seguido pagando hasta varios meses después del divorcio.
Un amigo me contó que después de correr una maratón vio la silueta del Espíritu Santo en el fondo de una botellita de Gatorade.
Un amigo me contó que desde hace aproximadamente veinte años que no apunta el chorro de pis directamente contra el agua del inodoro porque le da impresión el ruido.
Una amiga me contó que una madrugada su novio, que volvía en colectivo a su casa después de viajar más de treinta horas en ómnibus desde Brasil, la vio besándose con otro muchacho en la entrada de la estación de trenes de Palermo y que ella se enteró de eso cuando a las diez de la mañana él le escribió “Te vi muy acaramelada hace unas horas en Pacífico” y que ella le explicó “es que necesitaba un abrazo” y que como él era muy “amoroso y comprensivo” no volvió a mencionar el asunto.
Un amigo me contó que cuando era adolescente gastó mucha plata en un buzo demasiado colorido con la cara de Bob Marley y que cuando estaba llegando a su casa se dio cuenta de que su mamá lo iba a retar por el gasto innecesario y de que sus hermanos iban a cargarlo por la estridencia de los colores y la fealdad del diseño y que entonces lo tiró en un tacho de basura.
Una amiga me contó que se peleó para siempre con su mejor amiga de toda la vida cuando se cruzaron de casualidad en los festejos de la asunción de Alberto Fernández en la Plaza de Mayo y se dio cuenta de que la otra movió la cabeza y fingió no verla para no saludarla.
Una amiga me contó que su supuesto fanatismo por el pesto que hacía su abuelo era en realidad un mito familiar generado por alguna confusión y que durante más de quince años tuvo que fingir satisfacción y goce ante los tallarines dominicales porque le daba culpa romper esa ilusión.
Una amiga me contó que uno de sus placeres más intensos es el de escribir listas en cuadernos de tapa dura y que eso sería lo que más extrañaría si algún día se quedara ciega.
Un amigo me contó que una vez a su abuelo le robaron un televisor y cuando el ladrón se iba de la casa con el aparato entre las manos su abuelo salió a la calle para gritarle que no andaba bien el botón de encendido y que para que funcionara había que apretarlo tres veces.
Una amiga me contó que le irrita tanto que su marido tenga la costumbre de omitir ciertos artículos al hablar (cuando dice cosas como “estuve escuchando a Fabulosos Cadillacs” o “voy a preparar almuerzo”) que hace poco pensó en divorciarse por ese motivo.
Un amigo me contó que en el último año de la secundaria fue considerado un gran guitarrista por sus nuevos compañeros, sin saber tocar ni un solo acorde.
Un amigo me contó que no recuerda absolutamente nada de lo que pasó entre los cinco y los once o doce años de su vida, que cuando algún familiar cuenta alguna historia o anécdota de aquella época él asiente como si se la acordara pero que en realidad se angustia mucho porque, aunque trata de esforzar la memoria, ve todo blanco.
Un amigo me contó que no aguanta más a su mujer y que no sabe cómo hacer para separarse y empezar una nueva vida pero en las redes sociales suele referirse a ella como “el amor de mi vida”.
Un amigo me contó que desde hace años solo consigue dormir si repite mentalmente muchas veces la palabra “estuario” al apoyar la cabeza en la almohada y cerrar los ojos.
Un amigo me contó que un verano se fue a un camping en Chascomús con una novia y que una madrugada al despertarse bien temprano y salir de la carpa tuvo la certeza de que en mayo iba a tomar la decisión de separarse y que al final se separó en abril pero que la decisión fue totalmente de ella.
Un amigo me contó que cuando iba a la facultad empezó a militar en un partido de izquierda porque le habían dicho que así podía “levantarse muchas minitas”; ahora es un gran cuadro del trotskismo argentino y hace años se dio cuenta de que solo le gustan los hombres.
Un amigo me contó que un amigo suyo decía ser muy fanático de Pink Floyd pero que como eran contactos en Spotify él sabía que lo que más escuchaba era Vilma Palma e Vampiros.
Un amigo me contó que se considera un tipo muy experimentado pero que nunca golpeó a nadie con el puño cerrado en la cara y que eso lo hace sentirse un poco disminuido, que le gustaría saber qué se siente dar una buena trompada pero que ya no cree que se le presente la oportunidad a esta altura de su vida.
Una amiga me contó que ella tiene la idea de que es bastante linda pero que cuando se ve en alguna foto que sacaron sin avisarle piensa que no es tan linda como pensaba y se bajonea un poco pero que al ver la siguiente foto sacada con consentimiento vuelve a levantar su autoestima hasta que se ve en una foto improvisada y se bajonea y así cíclicamente.
Un amigo me contó que leía todas las ediciones de Sinestesia Salvaje y que le gustaba mucho pero cuando fui a ver las estadísticas de la plataforma me di cuenta de que sólo había abierto el 20% de los mails (esto no lo va a leer porque ya lo eliminé de la suscripción).
Soy Ignacio Molina. Escribo y doy talleres literarios, entre otras cosas. Me podés encontrar en Instagram: @ignacio._molina, y en Facebook con mi nombre. Mis últimos libros fueron publicados por @falsotrebol_ed.
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¡Gracias!